jueves, junio 02, 2005

Cuando no hacemos pie

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A veces, aún cuando el agua apenas es profunda... no hacemos pie.

Nos llenamos de angustia y nos sentimos incapaces de poder salir del atolladero, aún cuando tengamos además la orilla al alcance de nuestra mano, por que ni somos capaces de extender el brazo para llegar a ella.

Y tardamos tanto en pedir ayuda, que aún cuando nos llegue de inmediato estamos sordos ante ella, y no nos sirve, por que de nada sirve una mano extendida a la que uno no es capaz de asirse, y no nos consuela, por que ni tan siquiera distinguimos entre nuestro aturullamiento las voces que nos llegan.

A veces, tan solo nos quedan fuerzas para mantener la cabeza fuera del agua, en espera de ser capaces de estirar nuestras piernas y volver a sentir el suelo firme bajo nuestros pies.

A veces, miramos apenados como quienes queremos boquean angustiados dentro de una inmensa gota de agua que les ahoga, no pudiendo hacer más que quedarnos... sin hacer nada, aunque tan solo sea para dejarles constancia de que estamos y que en su pelea, no permitiremos que se hunda irremediablemente su cabeza bajo el agua mientras no le sostengan sus pies.

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